Acumuladores compulsivos: el calvario de vivir junto a la casa de los horrores
Conoce uno de los casos más extremos de acumuladores compulsivos en Latinoamérica.
El síndrome de Diógenes es la acumulación compulsiva de objetos hasta un punto extremo. Se trata de un trastorno del comportamiento que afecta a millones de personas en el mundo entero, pero en algunos casos llega hasta niveles insospechados, tanto que afecta no solo a las personas que padecen el síndrome, sino a familiares, amigos o vecinos que tienen que lidiar con las consecuencias.
Uno de los casos más extremos de los que se tenga registro en los últimos años se dio en el barrio de Boedo, en la ciudad de Buenos Aires.
Todo comenzó en el año 2011, cuando un gran número de vecinos de la calle Inclán comenzaron a vivir un calvario por culpa de un par de vecinos acumuladores. Se trataba de una pareja que tenía su propiedad completamente atestada de todo tipo de objetos y basura que provocaban un foco de infección en la cuadra. Todos los días, los vecinos debían lidiar con olores nauseabundos, materia fecal en la vía pública, gusanos, perros muertos, invasión de ratas y cucarachas.
La situación se volvió insostenible, por los ladridos constantes de los perros que vivían abandonados a su suerte dentro de la propiedad, por los olores fétidos que volvían el aire irrespirable y porque las ratas comenzaron a invadir las propiedades aledañas.
Finalmente, la policía allanó la propiedad con una orden judicial y lo que encontraron fue un escenario de pesadilla: Bolsas con todo tipo de objetos y basura hasta el techo, ropa vieja y sucia, comida podrida, materia fecal, animales muertos y suciedad e inmundicia por todos lados.
Pero lo peor eran las ratas. El departamento de Control de Plagas acudió al lugar y exterminó a un número elevadísimo de los roedores que se habían adueñado de aquel lugar. Tras ese primer allanamiento, la pareja que vivía en el lugar fue llevada a un hospital psiquiátrico, pero pronto volvieron a la propiedad y la volvieron a llenar con basura y todo tipo de objetos inservibles.
Poco después el lugar volvió a tener un gran número de perros, los olores fétidos volvieron a sentirse en el ambiente día y noche, y las ratas no tardaron en infestar el lugar e invadir las casas vecinas. Finalmente, las autoridades volvieron al lugar atendiendo las denuncias de los vecinos para poner un punto final a la historia. Sin embargo, este caso es una prueba contundente de que los acumuladores compulsivos necesitan recibir ayuda y no ser abandonados por la sociedad, ya que su enfermedad no solo los afecta a ellos sino a todos aquellos que los rodean.
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Fuente: lanacion.com.ar
Imágenes: istockphoto.com