Cuando la ciencia intenta levantar a los muertos, la literatura crea a Frankenstein
Imagina un teatro lleno de científicos y curiosos esperando para ver un cadáver ser resucitado. En el escenario, el cuerpo de George Forster, un asesino que había sido ejecutado, es presentado con cables eléctricos en la boca y en una oreja. Cuando Giovanni Aldini conecta una batería de 120 voltios, la mandíbula del cadáver se mueven y se abre el ojo izquierdo. Por último, Aldini posiciona los cables en la oreja y en el recto del muerto y el cuerpo comienza a temblar y "dar patadas".
Esta escena tuvo lugar en 1803 en el Royal College of Surgeons de Londres, y dejó al público atónito. Años antes, en 1780, Luigi Galvani, profesor de anatomía y abuelo de Giovanni ya habían hecho el experimento en un sapo. La idea de reanimar a los muertos con electricidad pasó a ser replicado en varias partes del mundo y llegó a ser conocido como "galvanismo".
Se cree que fue una de las experiencias que influyeron a Mary Shelley para escribir la novela "Frankenstein" en 1816, que se convirtió en uno de los libros más famosos del mundo.
Giovani Aldini y otros "galvinistas" siguieron sus experimentos en la Universidad de Bolonia. A finales del siglo XVIII, Galvini propuso la existencia de una "electricidad animal". La teoría era acerca de que no había un jugo eléctrico generado en el cerebro que fluye a través del cuerpo, generando la fuerza muscular.
El científico alemán Carl August Weinhold afirmó haber resucitado animales. En una serie de experimentos, Weinhold extrajo la médula espinal de gatitos decapitados, sustituyéndolos con las pilas de zinc y plata. Él creía resucitar a los animales, ya que podría hacer que los corazones de los gatitos volvieran a latir durante unos minutos.
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FUENTE: The Guardian y Tecmundo
IMAGEN: kamnuan; Shutterstock