El último condenado a muerte de Argentina
En la mañana del 22 de julio de 1916, los calabreses Francisco Salvatto y Giovanni Lauro fueron fusilados en el patio de la Penitenciaría Nacional, tras haber sido encontrados culpables de la muerte de Frank Carlos Livingston. El caso había sido bautizado por el periodismo como "el crimen de la calle Gallo" y todos los medios locales lo siguieron muy de cerca.
Al ingresar a su domicilio el 20 de julio de 1914 dos sujetos lo sorprendieron en el hall de entrada y lo asesinaron de 36 puñaladas. Si bien los primeros indicios indicaban que se habría tratado de un robo, a la policía le llamó la atención el grado de ensañamiento del crimen. Además, el difunto aún tenía puesto su reloj de oro.
La pista clave fueron los cuchillos que los asesinos olvidaron en la escena del crimen ya que tenían un fuerte olor a pescado. Los investigadores interrogaron a la mucama, quien había tenido un romance con el pescador Salvatore Vitarelli. El hombre confesó que la esposa de la víctima le había pagado para que asesinara a su esposo, al parecer una persona violenta y golpeadora. El pescador contrató a los dos hombres para que perpetraran el asesinato.
El juez que intervino en la causa los encontró culpables y los condenó a pena de muerte. Y a la esposa y al pescador, a la pena de reclusión perpetua. Si bien la pena de muerte estaba contemplada en el proyecto del Código Penal de 1922, finalmente el Congreso no la votó. Primó la postura de que no existe derecho alguno de matar a un semejante, que la muerte del acusado no repararía el mal causado y que el condenado debía vivir para reparar el daño ocasionado.
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Fuente: Infobae
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