Los "niños invisibles" de México: nacer y crecer entre rejas

El de Javier (nombre ficticio), es un caso típico, muy similar al de cualquiera de los más de 600 niños que viven junto a sus madres, presos en cárceles de México. Cuando todavía usaba pañales, fue utilizado para traficar drogas; a los 4 años se peleó por primera vez a golpe de puño; a los 6, en el colegio, clamaba al viento que él era un proxeneta y que prostituiría a todas sus compañeras de grado.

Saskia Niño de Rivera es presidenta de Reinserta, una organización dedicada a combatir los problemas presentes en las penitenciarías de México. Ella cuenta que la gran mayoría de las prisiones mexicanas ni siquiera cuenta con el mínimo presupuesto para alimentar adecuadamente a estos niños, algo que compromete la vida y el normal desarrollo físico y mental, según datos clínicos.

El hacinamiento es moneda corriente y los niños, sin culpa alguna, son considerados una extensión de su madre delincuente. Al respecto, Niño de Rivera asegura que "si en una celda hay 5 internas con 5 hijos, lo habitual es que haya 5 camas. Es como si la madre y el niño fueran la misma persona". "El ambiente natural de una cárcel es la violencia y el peligro", subraya, en alusión a la naturalidad con que un niño acepta la violencia como parte de su vida cotidiana, algo que sin dudas trasladará a cada ambiente que habite en el futuro.

Cuando salen de la cárcel, los "niños invisibles" de las prisiones mexicanas deben enfrentar un mundo que prácticamente desconocen, en la mayoría de los casos sin ningún tipo de apoyo familiar, por lo que terminan internados en algún centro de menores. Allí comparten su vida con otros niños que han tenido el mismo pasado. Cuando acuden al colegio, sienten además del desprecio que la sociedad tiene por los presos. Lamentablemente, la estadística demuestra que la mayor parte de los niños criados en la cárcel terminará en la cárcel por delitos vinculados con robo y tráfico de drogas.

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Fuente: playgroundmag.net
Imagen: https://www.facebook.com/REINSERTA